Donde mueren las maldiciones y florece el azahar

En el día señalado para el tropiezo, llegó la goleada. El Real Murcia supera 3-0 al Recreativo, aprovecha los pinchazos rivales y se sitúa segundo. La primavera trae esperanza y aroma a ascenso.

REAL MURCIA

El León del Castellar

3/31/20252 min read

Hay tardes en las que uno acude al fútbol con el alma encogida, cargado de presagios funestos aprendidos a base de cicatrices. Ayer, la Nueva Condomina se vestía de gala para celebrar los veinte años de su corazón más fiel, la Federación de Peñas Murcianistas. Enfrente, nada menos que el Recreativo de Huelva, el abuelo venerable de nuestro fútbol. Todos los ingredientes estaban sobre la mesa: celebración, rival histórico, la necesidad imperiosa de ganar... Demasiados condimentos para que la receta no acabase, como tantas otras veces, en un plato indigesto, en otra tarde negra para la parroquia grana.

Pero el fútbol, caprichoso como él solo, decidió ayer romper el guion de nuestra particular tragicomedia. La Nueva Condomina, ese escenario que tantas veces hemos acusado de alimentar fantasmas y maldiciones, ayer fue testigo de una catarsis colectiva. No hubo tropiezo, ni decepción, ni murmullos resignados. Hubo fiesta. Una fiesta en la grada, sí, pero sobre todo, una fiesta sobre el césped. Un 3-0 rotundo, inapelable, que barrió de un plumazo los miedos ancestrales y las estadísticas agoreras. ¡Por fin! Por fin nos sacudíamos el polvo de tantas historias malditas, por fin este Murcia demostraba que también sabe honrar las grandes citas en su propio hogar.

Y como si los astros se hubieran alineado al compás de la fiesta, los tropiezos de Ibiza y Antequera nos catapultaron a la segunda plaza, a un suspiro del liderato que ostenta un Ceuta que aún debe pasar por la aduana de nuestro estadio. Este golpe sobre la mesa, esta victoria balsámica (¡la segunda consecutiva en casa, un hito esta temporada!), llega en el momento preciso, como esa brisa fresca que anuncia la primavera murciana. A ocho jornadas del final, con el olor a azahar inundando ya nuestras calles, el Real Murcia depende de sí mismo. La palabra "ascenso directo" deja de ser un susurro anhelante para convertirse en un grito posible.

Es una inyección de confianza pura para una plantilla que necesitaba creerse capaz de asaltar los cielos desde su propia fortaleza; es un chute de ilusión descomunal para una afición que ahora mira el calendario con ojos brillantes. Nos encaminamos con paso firme hacia la Semana Santa y las Fiestas de Primavera. Cuando salgamos del dulce 'empacho' de las barracas, quedarán cuatro finales de infarto. Que nadie piense que estará todo dicho; esta liga, fiel a su esencia agónica, nos tendrá con el corazón en un puño hasta el último suspiro. Pero ahora, la tensión es diferente. Es la tensión de quien se sabe protagonista de su propio destino.

Quizás, solo quizás, la Nueva Condomina haya decidido reconciliarse con los suyos en el momento cumbre. Quizás, solo quizás, este equipo haya encontrado por fin la llave para abrir el cerrojo de la regularidad en su propio estadio. Quizás, solo quizás, el aroma a azahar y a pólvora de las fiestas se mezcle este año con el perfume embriagador de un ascenso soñado y merecido. Quizás, solo quizás, esta vez sí.